Texto: ¿De qué hablamos cuando hablamos de constructivismo?
Autor: Carmen Gómez-Greanell, Cesar Coll Salvador.
Editorial: Publicando en la revista cuadernos
de pedagogía, enero de 1994
Se pretende concretar el significado del
término constructivismo, su evolución y sus acepciones, y las implicaciones
epistemológicas que se derivan en la cuestión de la integración de la teoría y
la práctica, en la construcción del significado y en la elaboración de los
contenidos curriculares. El origen se establece en la concepción
constructivista de Piaget.
Quizás uno de los hechos más relevantes y
llamativos de los últimos años, en lo que a las teorías del conocimiento y el
aprendizaje se refiere, sea la emergencia de un creciente consenso alrededor de
la concepción constructivista. Tanto desde la epistemología de las diferentes
disciplinas, como desde la psicología cognitiva y las teorías del aprendizaje y
la psicología de la instrucción o de la educación, se han abandonado
progresivamente las concepciones epistemológicas realistas o empiristas y las
teorías del aprendizaje asociaciones tas. Estudios procedentes de todos estos campos
coinciden en afirmar que el conocimiento no es el resultado de una mera copia
de la realidad preexistente, sino de un proceso dinámico e interactivo a través
del cual la información externa es interpretada y reinterpretada por la mente
que va construyendo progresivamente modelos explicativos cada vez más complejos
y potentes.
Conocemos la realidad a través de los modelos
que construimos para explicarla, siempre susceptibles de ser mejorados o
cambia-dos. En nuestro país existe también, como sabemos, un amplio consenso
entre psicólogos de la educación, didactas y docentes, alrededor de la
concepción constructivista, que ha sido propuesta además como marco teórico y
metodológico de referencia para la reforma del currículum. Este amplio acuerdo
es importante, en primer lugar, por el hecho de que autores que representan
tendencias de pensamiento e investigación, a veces muy diferentes, asuman la
concepción constructivista. Esto avala su consistencia como principio
explicativo de los procesos de adquisición del conocimiento. Pero, sobre todo,
porque abre un importante campo para la indagación teórica y práctica, que se
enriquecerá desde esas múltiples perspectivas.
Sin embargo, este mismo fenómeno de la
coincidencia e integración de diferentes enfoques en un marco teórico de
referencia común implica lógicamente el hecho de que bajo el término
constructivismo se agrupen concepciones, interpretaciones y prácticas bastante
diversas. Recientemente se celebró en Barcelona un encuentro cuyo objetivo era
propiciar un debate en torno a las relaciones entre psicología de la educación
y didácticas específicas. No es el objetivo de este artículo entrar en dicha
temática, pero sí que quisiéramos
referirnos brevemente a uno de los aspectos que estuvo presente en ponencias y
debates, y que está en relación con el significado y alcance del término
constructivismo. En dicho seminario, se puso de manifiesto que la asunción de
la concepción constructivista era una tendencia compartida por psicólogos de la
educación y didactas. Tanto en las ponencias como en los debates, ambos
colectivos die-ron por asumido el constructivismo como marco de referencia de
sus propuestas.
Sin embargo, a lo largo del seminario también
se pusieron de manifiesto dos hechos: Que las diferentes ponencias y propuestas
dejaban traslucir claramente formas diferentes de entender el constructivismo,
tal y como señala en el capitulo dedicado a las conclusiones del encuentro. Que
entre los asistentes se detectaba una cierta desconfianza o cansancio ante el
término. No porque no se asumiera el constructivismo como marco teórico de referencia,
sino porque la diversidad de enfoques y propuestas que se autodefinen como
constructivistas hacen que el constructivismo cumpla una cierta función de
comodín dentro del cual cabe casi todo. De ahí que frases como: «Decir constructivismo
es como no decir nada»; «Y ahora que todos somos constructivistas, ¿qué?»;
«Pero, ¿de qué constructivismo se habla?... Porque parece que hay muchos
constructivismos»; «Piaget, ¿era o no era constructivista?»; «No hay que hablar
tanto de constructivismo, sino de propuestas concretas para mejorar la práctica
en el aula», etc., empiecen a oírse cada vez con mayor frecuencia. Desde luego,
excede a las posibilidades e intenciones de este artículo ofrecer una
explicación exhaustiva sobre las diferentes teorías cognitivas del aprendizaje
y la instrucción, y su posición en relación al constructivismo. Pero
desearíamos profundizar un poco en algunas de las distintas significaciones que
ha ido adoptando el término, para ver cómo se ha ido modificando y
enriqueciendo, qué acepciones del constructivismo coexisten en la actualidad, y
qué implicaciones tiene cada una de estas acepciones para el problema de la
relación o integración teoría práctica.
EL CONSTRUCTIVISMO SEGÚN PIAGET
Hasta principios de siglo, las concepciones
epistemológicas realistas o empiristas, y consecuentemente las teorías del
aprendizaje asociacionistas, eran dominantes en la epistemología y la
psicología. Sin embargo, durante el presente siglo ha ido creciendo, tanto a
nivel epistemológico como psicológico, una fuerte corriente de oposición a
dichas concepciones. Como es bien sabido, uno de los autores que se opuso con
más fuerza a los planteamientos empiristas y asociacionistas fue Piaget.
Tanto a nivel epistemológico como
psicológico, Piaget defiende una concepción constructivista de la adquisición
del conocimiento que se caracteriza por lo siguiente: Entre sujeto y objeto de
conocimiento existe una relación dinámica y no estática. El sujeto es activo
frente a lo real, e interpreta la información proveniente del entorno. Para
construir conocimiento no basta con ser activo frente al entorno. El proceso de
construcción es un proceso de reestructuración y reconstrucción, en el cual
todo conocimiento nuevo se genera a partir de otros previos.
Lo nuevo se construye siempre a partir de lo
adquirido, y lo transciende. El sujeto es quien construye su propio
conocimiento. Sin una actividad mental constructiva propia e individual, que
obedece a necesidades internas vinculadas al desarrollo evolutivo, el conocimiento
no se produce. Es, pues, evidente que muchos de los principios asumidos hoy por
el constructivismo estaban ya presentes en la teoría piagetiana. Sin embargo,
la concepción constructivista piagetiana implica algunas limitaciones
importantes que conviene señalar. En primer lugar, la teoría piagetiana se ha
ocupado fundamentalmente de la construcción de estructuras mentales y ha
prestado una escasa o nula atención a los contenidos específicos. Los trabajos
de Piaget y sus colaboradores se han centrado en la génesis de estructuras y
operaciones de carácter lógico (conservación, clasificación, seriación, reversibilidad,
etc.), cada vez más complejas y potentes, que dotan al individuo de una mayor
capacidad intelectual y, por lo tanto, le permiten una mayor aproximación a
objetos de conocimiento más complejos. Piaget estaba interesado en identificar,
describir y explicar principios y procesos generales de funcionamiento
cognitivo (asimilación y acomodación, equilibración, toma de conciencia, etc.),
y en estudiar cómo estos principios y procesos intervienen en la construcción
de las categorías lógicas del pensamiento racional (espacio, tiempo,
causalidad, lógica de las clases y las relaciones, etc.).
Las situaciones particulares, los contenidos
concretos utilizados para investigar unos y otras, son casi siempre un recurso
metodológico, y rara vez devienen objeto de estudio en sí mismos. En segundo
lugar, para Piaget el proceso de construcción del conocimiento es un proceso
fundamentalmente interno e individual, basado en el proceso de equilibración,
que la influencia del medio sólo puede favorecer o dificultar.
El diálogo se establece entre sujeto y
objeto, y la mediación social no constituye un factor determinante, ya que la
construcción de estructuras intelectuales progresivamente más potentes obedece,
en último término, a una necesidad interna de la mente. Estos dos hechos,
fundamentalmente, han conducido a que las propuestas pedagógicas basadas en la
teoría de Piaget presenten a menudo algunos graves inconvenientes, ya puestos de
manifiesto y criticados en numerosas ocasiones, como cuando se propone lo
siguiente:
Que el objetivo de la enseñanza es favorecer
la construcción de estructuras de pensamiento (clasificación, conservación,
seriación, etc.), ya que es el dominio de dichas estructuras lo que permite la
comprensión de los diferentes contenidos.
Que los alumnos y alumnas deben construir su
propio conocimiento a través de un proceso de descubrimiento relativamente
autónomo, en el que el papel del profesor es proponer experiencias y
situaciones que ayuden a ese proceso. En suma, las propuestas pedagógicas
inspiradas en el constructivismo piagetiano se caracterizan frecuentemente por
la poca atención prestada a los contenidos y a la interacción social (y, como
consecuencia, a la instrucción).
LA CONSTRUCCIÓN DEL SIGNIFICADO Y EL PAPEL DEL CONTENIDO
Desde diferentes posiciones, la idea de que
los procesos de aprendizaje están vinculados a dominios y contenidos
específicos ha sido dominante en los últimos años en la investigación
psicológica y didáctica. Algunos trabajos realizados desde el marco mismo de la
orientación piagetiana sobre el aprendizaje de la lectoescritura o de
diferentes nociones matemáticas; la teoría del aprendizaje significativo de
Ausubel; los numerosos estudios sobre las ideas previas o las concepciones
alternativas de los alumnos y alumnas; los estudios de la psicología de la instrucción
sobre resolución de problemas o sobre comparación del conocimiento de sujetos
novatos y expertos en determinados contenidos; las concepciones que defienden
la modularidad de la mente, etc., coinciden en señalar que, sin que ello
implique que no se construyan capacidades de índole general, el conocimiento se
adquiere de forma específica en diferentes dominios (lenguaje, notación
matemática, biología, física, etc.), que presentan características
diferenciadas. Lo que el sujeto construye son significados, representaciones
mentales relativas a esos contenidos. En el caso concreto de la investigación
realizada en el campo de la didáctica o la psicología de la instrucción, este
hecho, junto con la aceptación del principio básico constructivista de que todo
conocimiento nuevo se construye a partir de otro anterior, ha dado como
resultado el que hoy poseamos una abundante información sobre las ideas o
concepciones de los alumnos y alumnas acerca de los diferentes contenidos
escolares, así como sobre las representaciones de los sujetos en los diferentes
dominios del conocimiento. La idea fundamental que subyace a la mayoría de
estos trabajos, con independencia de que hayan sido realizados en el marco de
la investigación didáctica o de la psicología de la educación o la instrucción,
es la de que el conocimiento de las ideas y las representaciones de los alumnos
y alumnas sobre los contenidos que son objeto de aprendizaje escolar es
sumamente importante para mejorar la enseñanza de dichos contenidos y la
práctica educativa en general.
Sin duda, todos estos trabajos han
contribuido a poner de relieve la importancia del contenido en los procesos de
aprendizaje y han aportado una abundante información sobre las concepciones e
ideas de los alumnos y alumnas. Pero de la misma manera que no basta con conocer
procesos generales de aprendizaje para enseñar matemáticas o lengua, tampoco
parece que la exhaustiva descripción de dichas ideas y concepciones sea
suficiente para conseguir uno de los objetivos más importantes de todo proceso
de enseñanza y aprendizaje, es decir, cómo cambiarlos para que se ajusten
progresivamente a las ideas y concepciones del conocimiento científico que
intentamos enseñar a nuestros alumnos y alumnas. Sabemos mucho acerca de las
ideas de los alumnos, pero muy poco acerca de cómo cambiarlas. Y sin embargo,
sabemos también que uno de los retos fundamentales del constructivismo es el de
explicar cómo se produce el cambio cognitivo, la adquisición de nuevos
conocimientos conceptuales, procedimentales y actitudinales.
HACIA UNA INTEGRACIÓN DE LO INDIVIDUAL Y LO SOCIAL
Como señala J.I. Pozo (1993), el carácter
excesivamente descriptivo de los trabajos sobre concepciones alternativas y el
mayor interés de la investigación psicológica por describir procesos cognitivos
subyacentes al pensamiento, que a los procesos de enseñanza y aprendizaje,
hacen que el problema del cambio cognitivo siga constituyendo la asignatura
pendiente de la concepción constructivista. Desde nuestro punto de vista, una
de las razones fundamentales que subyace a esta dificultad seria el olvido del
componente sociocultural y contextual de la construcción del conocimiento. Al
igual que hiciera Piaget, la mayor parte de la investigación psicológica y
didáctica ha seguido centrada en una perspectiva individual, olvidando el hecho
de que cualquier conocimiento se genera en un contexto social y culturalmente
organizado, tal y como señaló Vygotski hace ya bastantes años.
Tradicionalmente, tanto en la investigación
psicológica como en la práctica pedagógica, se ha considerado que el
conocimiento es independiente del contexto en el que se adquiere, y que una vez
adquirido un determinado conocimiento, éste puede ser aplicado a cualquier
situación. Así por ejemplo, si un alumno sabe sumar y restar, deberá poder
resolver cualquier problema de suma y resta que se le presente en cualquier
situación, sea ésta escolar o de la vida real. Sin embargo, numerosos trabajos
en el campo de la investigación sociocultural han puesto de manifiesto, por
ejemplo, que las mismas personas que fracasan en tareas y pruebas clásicamente
escolares de matemáticas pueden ser muy competentes en situaciones de actividad
cotidiana que implican cálculos matemáticos idénticos. Lo que muestran estos y
otros trabajos es que todo conocimiento se construye en estrecha interrelación
con los contextos en los que se usa, y que, por lo tanto, no es posible separar
los aspectos cognitivos, emocionales y sociales presentes en el contexto en el
que se actúa. Como afirman Newman, Griffin y Cole (1991), el cambio cognitivo
constituye tanto un proceso social como individual. Todos estos planteamientos
están teniendo caras repercusiones en el replanteamiento del paradigma
constructivista. Por un lado, y como señala J.I. Pozo (1993), deberíamos
desestimar la idea de que el cambio conceptual consiste en cambiar o sustituir
una idea por otra mejor y consistentemente aplicable a cualquier situación. La
investigación sobre el cambio cognitivo debería orientarse hacia el estudio de
las formas en que las personas construyen, usan o activan sus conocimientos en
función del contexto.
Posiblemente, como afirma Wertsch (1991), en
un mismo sujeto coexisten distintas formas de actividad mental, de forma que
manifiesta unas o otras en función del contexto. Por otro lado, la perspectiva
contextual implica la idea de que los procesos de cambio cognitivo deben ser
estudiados en el contexto en que se producen. De acuerdo con Resnick, «la idea
de que el pensamiento es independiente del contexto subyace a la tradición
psicológica experimental de la investigación sobre el aprendizaje y el
pensamiento. Solamente si se piensa que el pensamiento se comporta de la misma
manera en diferentes entornos, se puede esperar aprender algo acerca del mismo,
observando la conducta en un entorno muy restringido y a menudo artificial». Es
obvio decir que la escuela constituye un entorno, un contexto específico en el
que los procesos de enseñanza y aprendizaje se producen de una determinada
manera y obedecen a metas especificas.
Desde una concepción constructivista que
aboga por la importancia del contexto, el estudio de la actividad constructiva
de los alumnos y alumnos se trasladaría del laboratorio al aula. En el aula, el
conocimiento se construye gracias a un proceso de interacción entre los alumnos
y alumnas, el profesor o profesora y el contenido. Estudiar los procesos de
enseñanza y aprendizaje en el contexto del aula implica, pues, analizar estos
tres componentes deforma interrelacionada y no aislada. Es necesario analizar
no sólo la actividad constructiva de los alumnos y alumnas (ideas previas sobre
el contenido, predisposición o motivación para el aprendizaje del mismo, etc.),
sino también los mecanismos de influencia o de ayuda pedagógica que les permiten
construir y actualizar sus conocimientos. Es evidente que esta forma de abordar
el estudio de los procesos de enseñanza y aprendizaje es complicada y presenta
muchos problemas. Uno de ellos, por ejemplo, el de que al igual que tenemos
abundantes descripciones de las concepciones de los alumnos y alumnas, pasemos
a tener exhaustivas descripciones de la vida en las aulas. Para evitarlo, será
necesario introducir elementos de control que permitan extraer resultados con
un cierto grado de validez y fiabilidad, y asegure un cierto grado de
generalización. Como contrapartida, este enfoque permite una mayor aproximación
e integración entre teoría y práctica. No se trata de explicar los procesos
cognitivos subyacentes a la adquisición de ciertos contenidos, y aplicar estos
resultados al aula, sino de explicar el proceso constructivo en el lugar en el
que se produce. Creemos que ello puede contribuir de forma esencial a una mejor
explicación de las formas de adquisición y construcción del conocimiento en la
escuela y en las aulas.
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